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Foto del escritorMaría José Castreje Azuaje

Me estoy comiendo mis emociones

Cuando no sabemos qué hacer con lo que sentimos a menudo usamos la comida para aliviar esas sensaciones. A esto le llamamos Hambre Emocional.


El hambre emocional ha sido ampliamente estudiada por nutricionistas, médicos y psicólogos desde hace varios años.



En general podríamos decir que no hay nada de malo en usar la comida para calmar las emociones de vez en cuando. El problema viene cuando la comida es el único medio con el cual gestionamos lo que sentimos. Y es que cuando nos comemos lo que sentimos, ingerimos grandes cantidades de alimentos poco saludables de manera descontrolada, lo cual se acompaña de más emociones desagradables posteriores al hecho. Sumergiéndonos en una vorágine de emociones que no acaban nunca y que terminan trayendo serias consecuencias para nuestra salud física y mental.


Cuando comemos por aburrimiento, ansiedad, tristeza, estrés, frustración, rabia o cualquier otra emoción desagradable o incluso agradable (a veces), generalmente consumimos alimentos repletos de azúcar y grasa que son altamente palatables, lo que hace posible que comamos cantidades exageradas sin darnos cuenta. Esto activa la zona de recompensa del sistema nervioso central, haciendo que sintamos mucho placer y poniendo en marcha un mecanismo por el cual haremos de este acto nuestra forma habitual de manejar lo que sentimos en búsqueda de esa sensación tan placentera. La trampa, es que luego de habernos atiborrado de ese dulce que tanto ansiábamos probar, aparece la culpa y la vergüenza por haber comido demasiado y con ello regresa el deseo de volver a comer para calmar ese malestar; con lo cual el placer y la calma que sentimos en esos momentos es temporal.


Las consecuencias en nuestra salud física y mental, en cambio, son más duraderas en el tiempo. Comer de manera emocional puede producirnos problemas de salud como el sobrepeso lo que nos hace más propensos a desarrollar hipertensión, colesterol LDL elevado, cálculos en la vesícula biliar y diabetes. A nivel psicológico nos hace proclives a desarrollar trastornos en la conducta alimentaria y a ser más ineficientes en el manejo de nuestras emociones y conflictos en general.



En el próximo artículo hablaremos de lo que podemos hacer para gestionar el hambre emocional de forma adecuada. Mientras tanto coméntame... ¿Te comes tus emociones?


María José Castreje

01/08/2021






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