¿Cuántas veces has iniciado una conversación de esta manera?
Es muy común pensar que los demás son los culpables de lo que sentimos. Si nos enfadamos con alguien es porque ese alguien nos ha hecho enfadar. Si somos felices en una relación es porque el otro nos hace felices y si somos infelices también. Y así para casi todos los sentimientos que experimentamos.
Por supuesto que nuestras emociones parten de alguna parte, no surgen de la nada. Son el producto de nuestra interacción con los demás y de las cosas que suceden en nuestras vidas. Pero no dependen solo de esto, también son la consecuencia de nuestra propia visión de nosotros mismos, del mundo, de la situación en particular y de los demás. Cuando sentimos algo salen a la pista de baile nuestras creencias, prejuicios y valores; que a su vez, son producto del conjunto de factores que influyen en nuestra concepción del mundo (familia, sociedad, educación, cultura, religión, etc).
Te doy un ejemplo: Ante una infidelidad muchas personas se sienten heridas, traicionadas, engañadas, humilladas o tristes. Pero la infidelidad, ni significa lo mismo para todos ni tiene la misma repercusión emocional. Dependiendo de la circunstancia y de la persona, para unas es un acto imperdonable del que no hay vuelta atrás; mientras que para otras es el destino inevitable de las relaciones monógamas y algo que no tiene mayor importancia. “Ella es la capilla, tú eres la catedral” ¿Has oído esto alguna vez? Lo dicen algunas mujeres a otras cuando sus parejas les son infieles. Obviamente esa oración está cargada de prejuicios, valores y creencias personales y culturales.
Cada persona juzga la situación según sus propios principios, valores y creencias; y producto de todo esto puede sentirse indignada y preocupada por lo que los demás pensarán de ella o puede sentirse devastada y traicionada por el engaño. Entonces, ¿es el otro el que nos hace sentir de una forma o de otra? La respuesta es clara, NO.
En el ejemplo anterior, obviamente el hecho en sí produce sentimientos; pero no es la persona infiel la que nos hace sentir de una manera u otra; es todo lo que compone nuestra visión de la situación la que nos hace sentir como nos sentimos. Esto no exime al otro de la responsabilidad de sus actos, solo de la de nuestros sentimientos.
Cuando asumes que es la otra persona la que te produce un determinado sentimiento, le otorgas mucho poder sobre ti. Es el otro y lo que haga, lo que determinara cómo te sientes. Esto funciona también si es el otro quien te hace responsable a ti de sus sentimientos. Pero, ¿Qué pasa cuando tu comportamiento es correcto y aún así el otro se siente herido? ¿Qué pasa cuando haces valer tus derechos y el otro se enfada? ¿Qué pasa cuando decides no hacer algo que no quieres hacer y el otro se ofende o enfada? ¿Qué pasa cuando defiendes una opinión y el otro enfurece? ¿Qué pasa cuando difieres de la opinión de tu amiga/o y se indigna? ¿Qué pasa cuando dices No y el otro se enfada? Dime: ¿Es tu responsabilidad? Y cuando el otro es feliz ¿es tu responsabilidad? Y si es infeliz ¿es tu responsabilidad?
¿Quiere decir esto que podemos ir viviendo nuestras vidas sin importarnos el impacto que nuestros actos y decisiones tengan en los otros? ¡NO! Lo que significa es que necesitamos tomar el control de lo que sentimos y de lo que hacemos y que tenemos que dejar de escurrir el bulto. Que necesitamos tener empatía y pensar antes de actuar y hablar. Si hacemos algo que lastima a otros, debemos hacernos responsables de eso que hemos hecho y disculparnos por el daño que hemos causado. Igualmente, debemos hacernos responsables de lo que sentimos cuando alguien más nos lastima. Para ello en lugar de decir: “Me haces enfadar… Me haces sentir que… Me sacas de mis casillas…”, mejor decir: “Me enfada que… Me enfurece que… Me entristece que… Me duele que…”.
Asumir la responsabilidad de tus sentimientos y emociones te devuelve el control sobre ellas. El otro deja de tener la batuta y de dirigir tu mundo emocional y viceversa.
Ser responsable de los sentimientos de los demás es una carga muy pesada. Te deja inmóvil. Te impide ser tú en plena libertad. Esto es igual para las personas con las que te relacionas.
Hazte cargo de ti y deja que los demás se hagan cargo de ellos mismos. Asume tus sentimientos. Recobra el poder y control sobre tu vida. Hacer esto se llama tener responsabilidad emocional.
Te enseño como:
1. Describe la situación que te genera la emoción que estés sintiendo
2. Describe lo que sientes
3. Pide lo que necesites
Ejemplo:
“Cuando me insultas y me gritas me siento muy enfadada, me enfurece. Quiero que dejes de insultarme y que bajes el volumen de tu voz para que podamos conversar”
“Me ofende que me digas que te hago perder el tiempo”
“Me da rabia que no me mires cuando te hablo”
“Me frustra que no admitas tus errores”
¡Sé dueña/o de ti!
Pisc. María José Castreje
05/07/2022
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